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La mujer ideal

Si hablamos de Matisse es imposible no hablar del fauvismo; y si hablamos de Matisse también es sabido la gran cantidad de mujeres que componen sus obras, casi como si se tratara de la retícula de Krauss en las obras de Mondrian o Malevich. Pero me gustaría alejarme por un momento de los aspectos formales de la obra y analizar psicoanalíticamente a este artista, tomando como ejemplo Desnudo Azul (1907), en el que se puede ver perfectamente el fetichismo femenino que guiará toda o gran parte de su obra.

Como claramente se ve, la figura fauvista de Matisse no es la tradicional del desnudo académico. Si el desnudo renacentista muestra una figura equilibrada donde las partes se conectan entre sí con el todo, la representación inorgánica de Matisse muestra por el contrario un cuerpo más conflictivo que equilibrado: tenso, incómodo, donde el todo es conformado por una suma perturbadora de sus partes (a lo que André Bretón llama una belleza convulsa). Las partes del cuerpo no mantienen una unidad estética sino que son representadas por separado, exacerbadas a lo que su criterio subjetivo corresponda y unidas luego para formar la figura. Sin duda esta fragmentación moderna de la obra alegórica permite manifestar más profundamente el conflicto interno del artista de Vanguardia, por lo que la representación caótica en este caso de la mujer hace del arte una liberación psíquica para Matisse, la búsqueda de una cura aunque sea temporal, una sublimación de sus pulsiones de modo que el ordenamiento posterior de las partes emocionales en un todo conceptualmente integrado permitiera a él mismo escapar de su caos interno y de la desintegración casi inminente del yo.


De esta forma, Matisse en sus campos de color, con el uso de colores puros intensos, subversivos y sin sombra, idealiza la figura femenina para así luchar contra su atracción libidinosa, es decir, una idealidad fálica de modo de resexualizar inconscientemente por medio de lo artístico, un objeto conscientemente desexualizado. Pero paralelamente, la figura idealizada representa una femineidad muy sutil donde el pecho es exuberante frente a un pubis oculto (o incluso inexistente como en La Danza (1909)). Este “olvido” o esta evasión defensiva de Matisse en la representación de una falsa mujer incógnitamente castrada, hace que cree una nueva forma de equilibrio y una nueva forma de esteticismo en la obra fragmentada e inorgánica y, de igual manera, al crear una figura tranquila, poder seguir escapando de su caos interno.

El gran tamaño de la figura, abarcando todo o gran parte del lienzo, muestra una concepción todopoderosa, providente e ingobernable de la mujer por parte del artista; pero por su parte, la fuerte limitación de la figura con el alto uso de la línea y los colores puros, intenta frenarla con su contorno, retenerla y contenerla dentro para poder controlarla y dominarla, lo que hará compulsivamente en todas sus obras.

MATISSE, Henri (1907)
Desnudo Azul
Oleo sobre lienzo
90,6 cm x 137,8 cm

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