El miedo, esta claro, no viene a Leonardo por perder su intimidad; el temor es producto del conocimiento snob del otro mundo, el mundo oculto detrás de la medianera que prefiere ignorar. Esa existencia, hasta entonces escondida tras la pared, golpea (sic) la intimidad y la tranquilidad de quien no ve y por lo tanto no conoce. También los directores jugarán con esto no permitiéndonos ver el interior de la casa de Vítctor y haciéndonos conocer sólo la realidad de Leonardo, quizá la más alejada de la nuestra y también, por qué no, la más espeluznante.
Pero lo más importante del film, además de la silla Kachanovsky como una siniestra representación de la burguesía, viene a ser la casa Curutchet (única casa de Le Corbusier en América) al punto de ser un protagonista más de esta historia. La casa tiene un diseño muy moderno que mezcla toda la destreza del arquitecto al optimizar al máximo la entrada de luz en un terreno de dimensiones limitadas, es decir, en un terreno rodeado de medianeras. Si bien esto es algo inédito en Le Corbusier, la casa Curutchet representa la solución arquitectónica al problema de vivir rodeado de realidad, amoldando la comodidad burguesa a un mundo compartido. Esta capacidad de atrapar la mayor cantidad de luz gracias al diseño, se opone radicalmente a la oscuridad plena de la casa de Victor quien ruega a Leonardo, casi con desesperación “un poquito del sol que vos no usas”, soberbia metáfora de quienes tienen tanto y quienes tienen tan poco..
El hombre de al lado marca una separación, una medianera que separa dos realidades que la alta sociedad prefiere mantener oculta. ¡Confíen más en el instinto! dice Leonardo a los estudiantes de arquitectura que visitan su casa, y es justamente ese instinto prejuicioso el que va a guiar toda la narración de dos vidas inconexas e irreconciliables, de un hombre y su hombre de al lado que como bien dice el trailler: no se puede elegir.
EL HOMBRE DE AL LADO (2010)
Dirección: Gastón Duprat y Mariano Cohn
Guión: Gastón Duprat
Daniel Aráoz - Rafael Spregelburd
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