Si hablamos de Tiziano nos remontamos al Renacimiento, pero precisamente en el Cinquecento, época caracterizada por el paso de la temática teocéntrica a la antropocentirca que dará lugar a
Amor sacro y amor profano es una de las más cuestionadas obras de la historia del arte, se han escrito libros enteros sobre ella, por lo que sería imposible analizar en un par de párrafos la totalidad de la pintura. Sin embargo, me aventuro a al desafío pero repito: sin pretender agotar por completo el análisis. Como la mayoría de las pinturas, esta también encierra una historia, pero enfoquémosnos no en los aspectos formales sino en el análisis de lo iconográfico.
En la composición vemos dos mujeres, una vestida con lujosas prendas y joyas y por otro lado, una desnuda que mira fijamente a la mujer vestida. Ambas están sentadas en una tumba o un sarcófago con agua que es removida constantemente por el amorcillo de entre medio. La mujer vestida lleva rosas en sus manos y la desnuda, una lámpara de aceite. El fondo también es algo particular ya que vemos a la izquierda, detrás de la mujer vestida, una ciudad amurallada y a la derecha, detrás de
Como vemos, tanto en la composición como en el título el cuadro es dialéctico: se trata de dos representaciones divididas y opuestas (es por ello también que se trata de una representación platónica) que debemos leer de izquierda a derecha. La mujer vestida nos mira fijamente a nosotros, los espectadores, invitándonos a entrar en la pintura, con gesto de pasividad, angustia o de resignación sabiendo que todo lo lujoso que lleva puesto es completamente efímero y protocolar. Del otro lado, la mujer desnuda con manto rojo brillante anuncia la esperanza con su rostro y la felicidad eterna con su lámpara, invitando con sus ojos ahora a la mujer vestida a seguirla. El amorcillo del medio que centra la escena y podría ser Cupido, remueve el agua entre medio de ambas, homogenizando y uniendo los dos conceptos opuestos. El agua, símbolo de vida, se mueve y no solo por el amor representado en Cupido. En el medio del sarcófago-fuente también hay un desagüe (de forma fálica si se quiere) que permite que el agua corra y no se estanque y que riega una nueva planta en crecimiento. Pero no es lo único, toda la pintura está plagada de conejos saltarines que anuncian fertilidad.
Estamos ante un cuadro en movimiento dentro de una misma pintura. Una misma mujer en un antes y un después. La misma mujer de un futuro invita a no morirse en el recuerdo o en la angustia a la mujer del pasado, ante la muerte de su marido, diciéndole “hay que seguir viviendo”, “hay que volverse a enamorar”. Sin embargo, el mayor misterio que encierra la pintura, y que todavía no se ha podido resolver es ¿Qué es el amor?
TIZIANO (1515)
El amor sacro y el amor profano
Óleo sobre lienzo
118cm x 279cm
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