lunes

El amor pagano y el sagrado

Seguimos navegando por la vanguardia para meternos ahora dentro de una de las obras más importantes de Picasso y, en mi humilde opinión, uno de mis cuadros favoritos de este artista.

En La Vida vemos una pareja desnuda abrazándose frente a una madre que los mira severamente mientras sostiene a su hijo en brazos; de fondo vemos dos bocetos o dos lienzos: en el superior una persona abraza desconsoladamente a otra que mira fijamente hacia nosotros, los espectadores; en el inferior, la misma persona pero ahora en soledad.

Este cuadro refleja toda una historia real y trágica, si se quiere, en relación a Casagemas, un amigo de Picasso que se habría enamorado sin ser correspondido de la modelo Germaine Gargallo, figura que también será rememorada en Celestina del mismo autor. Pero más allá de los hechos verídicos que encierra la obra, separándonos de la anécdota Picasso muestra aquí objetivamente un amor sagrado y otro profano; la relación en este sentido con Tiziano es innegable, aunque no hay que apresurarse ya que analizaremos proximamente esa pintura.

El dedo de Casagemas hace alusión al dedo de San Juan Bautista, con el cual anunciaba la venida de Cristo después de él. En el Baco de Leonardo, vemos como ese simbólico dedo muestra la paganización del santo representado en el dios del vino. De esa misma forma, el dedo de Casagemas no anuncia la venida de Cristo, pero sí la segunda etapa de su vida, el después y también, por qué no, la alusión a la paganización leonardesca del mismo San Juan.

Otra cuestión interesante de la obra es el juego del cuadro en el cuadro. Apreciación que recuerda a Velazquez en Las Meninas, otro cuadro interesante del cual hablaremos más adelante, pero básicamente, allí se representan las figuras de los reyes en el espejo como reflejo de los espectadores de la escena. En La Vida, Picasso utiliza el mismo recurso del espejo en el cuadro superior: la persona que abraza a la figura que llora desconsoladamente en sus brazos, nos mira como si fuera una fotografía instantánea de la cotidianeidad, refeljándonos el desconsuelo que nos provoca. La expresión de los rostros es algo a destacar en esta obra, la soledad, la melancolía y el despecho que reflejan y la monocromía de la pintura nos transportan a la tragedia misma que busca representar, pero también nos acercan a los sentimientos propios de su Época Azul.

PICASSO, Pablo Ruiz (1903)
La vida

Óleo sobre lienzo

197cm x 127,3 cm

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