Analicemos la representación. En primer plano vemos un hombre mirándonos, a nosotros los espectadores, con un gesto de aturdimiento. A su espalda, sobre lo que pareciera un muelle, dos personas que continúan caminando, un cielo y un mar molestos y a lo lejos, lo que pareciera una ciudad.
El hombre, inspirado en momias peruanas, grita. Facil, dirán ustedes, el título mismo lo esta diciendo. Ahora bien, ¿Qué grita el hombre? Analicemos este tema: cuando uno llora ¿siempre es por tristeza? Las manifestaciones de los sentimientos no siempre son directas; de esta manera, un llanto puede ser tanto de tristeza, de cansancio o de alegría y un grito, la máxima expresión de desahogo, puede ser tanto de dolor como de asombro.
El mar está revuelto, el cielo está tan aturdido como nuestro hombre, al que han dejado sólo en el muelle, y que grita. La ciudad detrás se mezcla con los colores cálidos de la naturaleza formando una sola masa pictórica aturdida, agitada, trastornada. Nada es firme entre la mezcla de los colores, sólo el muelle donde estamos; siquiera nuestro hombre es firme y se mezcla como el agua entre los vaivenes de los colores naranja y azul.
El Grito muestra el asombro del autor, encarnado en este hombre que nos mira, por el avance de la ciudad por sobre la naturaleza, mezclándose como el color en el lienzo, un grito de incertidumbre ante el ataque monstruoso e inminente del progreso.
Paseaba por un sendero con dos amigos - el sol se puso - de repente el cielo se tiñó de rojo sangre, me detuve y me apoyé en una valla muerto de cansancio - sangre y lenguas de fuego acechaban sobre el azul oscuro del fiordo y de la ciudad - mis amigos continuaron y yo me quedé quieto, temblando de ansiedad, sentí un grito infinito que atravesaba la naturaleza. (Edvard Munch)
MUNCH, Edvard (1893)
El Grito
Óleo, temple y pastel sobre cartón
91cm x 73,5cm
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